ÍNDICE
Esteatosis hepática
Contexto
Las pautas actuales recomiendan modificaciones en el estilo de vida, incluida una dieta restringida en calorías y la pérdida de peso en el tratamiento con dieta para el hígado graso no alcohólico (EHGNA) o Esteatosis Hepática.
Sin embargo, hay poco acuerdo sobre si la composición de la dieta o seguir un patrón dietético particular proporciona un mayor beneficio.
Un estudio publicado en 2020 resumen la literatura existente sobre las dietas más populares para el tratamiento del hígado graso y la evidencia científica de cada una de ellas como dieta para el hígado graso no alcohólico [1].
Los tratamientos nutricionales que aborda este estudio para el tratamiento del hígado graso son:
- Dietas bajas en carbohidratos
- Dietas altas en proteínas
- Dietas mediterráneas
- Dietas paleolíticas
- Dietas cetogénicas (dietas keto)
- Dietas basadas en plantas
- Ayuno intermitente
Los datos actuales basados en la evidencia indican que el cumplimiento de una dieta restringida en calorías a largo plazo, independientemente de las recomendaciones específicas para la composición de la dieta, da como resultado la resolución o cura del hígado graso no alcohólico (esteatosis hepática).
Las dietas bajas en carbohidratos, altas en proteínas, mediterráneas, paleolíticas, cetogénicas y basadas en plantas, así como ciertos protocolos de ayuno, parecen tener algunos resultados prometedores para los pacientes con EHGNA y, aunque se requiere de más estudios a largo plazo antes de recomendar alguna de estas como la mejor dieta para el hígado graso a largo plazo, hablaremos de cada una de ellas con detalle.
La enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA) es un problema de salud importante y su prevalencia ha aumentado en los últimos años, al mismo tiempo que aumentan las tasas de obesidad y otras enfermedades metabólicas.
El tratamiento actual de la enfermedad por hígado graso no alcohólico basa fundamentalmente en medidas higiénico-dietéticas. Es decir, que la dieta ha demostrado se eficaz incluso para revertir fibrosis.
Un cambio en el estilo de vida, incluida la pérdida de peso y el ejercicio, siguen siendo las piedras angulares del tratamiento.
Las estrategias dietéticas que incluyen las dietas paleolíticas, cetogénicas, mediterráneas, ricas en proteínas, a base de plantas, bajas en carbohidratos y de ayuno intermitente se han vuelto cada vez más populares debido a sus supuestos beneficios sobre las enfermedades metabólicas.
El estudio destaca lo que se conoce actualmente sobre estas dietas y su eficacia como tratamientos dietéticos para el hígado graso no alcohólico.
Hígado graso causas
Se cree que varios factores contribuyen a la manifestación y progresión del hígado graso no alcohólico.
Estos incluyen obesidad, mala alimentación, sedentarismo, factores genéticos, epigenéticos y ambientales, así como resistencia a la insulina y diabetes tipo 2.
Estos factores contribuyen a la resistencia a la insulina hepática, hiperinsulinemia, inflamación, estrés oxidativo, disfunción mitocondrial, citocinas proinflamatorias desequilibradas y fibrosis.
Si bien la esteatosis hepática o hígado graso no alcohólico es reversible, la persistencia de las causas subyacentes puede resultar en progresión a esteatohepatitis no alcohólica (NASH, por sus siglas en inglés), por este motivo resaltamos la importancia de una adecuada dieta para el hígado graso no alcohólico, acompañada de un cambio en el estilo de vida hacia uno más saludable y menos sedentario.
Dietas para el hígado graso no alcohólico
Dietas altas vs dietas bajas en carbohidratos
Las dietas altas en carbohidratos pueden preparar al hígado para aumentar la creación de grasa en el hígado en individuos delgados sanos y en mayor medida en individuos con hiperinsulinemia y obesidad. Es lo que se conoce como lipogénesis de novo hepática.
Y este proceso de creación de grasa en el hígado es mucho más pronunciado cuando hay un mayor consumo de azúcares simples.
Por lo tanto, simplemente reducir la cantidad de carbohidratos de la dieta puede ser una estrategia eficaz para la prevención y el tratamiento del hígado graso no alcohólico.
La evidencia sugiere que una dieta baja en calorías y baja en carbohidratos puede ser más beneficiosa para los pacientes con o en riesgo de desarrollar hígado graso que una dieta también baja en calorías y baja en grasas.
Es probable que la calidad y el tipo de carbohidratos también influyan en el desarrollo y progresión del hígado graso, por lo que serían más recomendables las verduras y hortalizas y los frutos rojos, por su índice glucémico bajo que los cereales, por su alta densidad calórica y su alto índice glucémico.
Aunque las dietas bajas en carbohidratos están ganando popularidad como un enfoque eficaz para la pérdida de peso, todavía existe una controversia significativa con respecto a sus efectos metabólicos y la sostenibilidad a largo plazo, particularmente en el contexto de la enfermedad del hígado graso.
Dietas cetogénicas
Las dietas cetogénicas son muy bajas en carbohidratos y muy altas en grasas y se han utilizado tradicionalmente para tratar la epilepsia y, más recientemente, se han promocionado como terapia para una multitud de afecciones de salud que incluyen enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, cáncer, obesidad, insuficiencia cardíaca, diabetes tipo 2 y también como dieta para el hígado graso no alcohólico.
En una dieta cetogénica las grasas representa el 75-80% de la dieta, las proteínas representarían entre un 10 y un 15% mientras que los carbohidratos, estarían por debajo del 5 % de la ingesta caloría total.
Se ha demostrado que la dieta cetogénica reduce significativamente la creación de grasa en el hígado y puede ser otra dieta para el hígado graso no alcohólico, aunque aún no se ha determinado si los efectos observados se deben específicamente a los beneficiosos de la propia dieta cetogénica o la pérdida de peso observada durante el tratamiento.
Se requieren estudios futuros para dilucidar aún más el potencial terapéutico de una dieta cetogénica como tratamiento del hígado graso no alcohólico.
Dietas ricas en proteínas
Las dietas ricas en proteínas han logrado reducir el peso corporal y los marcadores del síndrome metabólico, al tiempo que aumentan la saciedad, el efecto térmico de los alimentos y se ha demostrado que son superiores a las dietas bajas en proteínas para evitar la perdida de la masa muscular.
La retención de la masa muscular puede ser importante para los pacientes con hígado graso, ya que la sarcopenia (perdida de masa muscular) es un factor de riesgo.
Se ha demostrado que el aumento de la ingesta de proteínas en el contexto de una dieta hipocalórica mejora los lípidos séricos (grasas en sangre), la homeostasis de la glucosa y las enzimas hepáticas en pacientes con hígado graso no alcohólico, independientemente de los cambios en el Índice de Masa Corporal (IMC) o la masa de grasa corporal.
Se ha demostrado que las dietas ricas en proteínas (30 %), tanto si estas son de origen vegetal como animal, reducen la grasa infiltrada en el hígado tanto en personas con Diabetes tipo 2 como en pacientes con Enfermedad del Hígado Graso No Alcohólico.
Estos cambios beneficiosos en el contenido de grasa en el hígado se observó con dietas isocalóricas y en ausencia de pérdida de peso o alteración del gasto energético en reposo.
En consecuencia, la popularización de las dietas ricas en proteínas para combatir el hígado graso no hepático puede requerir una consideración más cuidadosa y una mayor comprensión del papel de ciertos aminoácidos en su contribución a la esteatosis hepática, lo que justifica realizar más investigaciones sobre el aumento de las proteínas como dieta para el hígado graso no alcohólico, pero las dietas ricas en proteínas pueden ser una estrategia dietética segura y práctica para los pacientes con esta enfermedad.
Dietas mediterráneas
Durante las últimas décadas, muchos estudios epidemiológicos han examinado la Dieta Mediterránea (DM) y sus efectos positivos sobre la salud cardiovascular y el cáncer.
La dieta más descrita consiste en frutas y verduras frescas, cereales sin refinar, aceite de oliva virgen y frutos secos, sustituyendo las carnes rojas por pescados y legumbres, y un consumo moderado de alcohol en forma de vino tinto.
La composición de macronutrientes de la dieta incluye un 40-50% de la ingesta energética diaria de carbohidratos (el 80%, aproximadamente, proviene de carbohidratos complejos como pan integral, pasta y arroz), el 10-20% de proteína (particularmente carnes blancas y pescado), y el 30-40% de grasa, principalmente de grasas monoinsaturadas, como el aceite de oliva virgen y ácidos grasos poliinsaturados omega-3.
Los beneficios de dicha dieta sobre la sensibilidad a la insulina, el metabolismo de la glucosa y la reducción de peso a largo plazo han aumentado sustancialmente el interés en esta dieta, particularmente para el tratamiento del síndrome metabólico
Específicamente, se ha demostrado que las dietas enriquecidas con ácidos grasos poliinsaturados omega-3, como es el caso de la dieta mediterránea, aumentan la sensibilidad a la insulina y el hígado graso no alcohólico.
Se cree que los beneficios de la dieta mediterránea se deben a las propiedades antioxidantes y antiinflamatorias de las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas.
En general, los beneficios de la Dieta Mediterránea para el hígado graso no alcoholico, el metabolismo de la glucosa y la sensibilidad a la insulina son evidentes, aunque no está claro el mecanismo exacto por el cual esto se logra.
Dietas paleolíticas
En un esfuerzo por combatir el aumento de las dietas occidentalizadas llenas de productos ultraprocesados, las dietas de alimentos integrales sin procesar han ganado popularidad.
Una dieta ampliamente conocida es la dieta Paleolítica (también conocida como dieta del Cazador-Recolector o Dieta Paleo).
La dieta del Paleolítico tiene como objetivo replicar los patrones de alimentación de los humanos durante la era Paleolítica, que típicamente incluía carnes magras, raíces, verduras, frutas de temporada, nueces y semillas, al tiempo que limita los alimentos que no estaban disponibles durante esa era, como lácteos, granos y legumbres.
Las dietas paleolíticas han demostrado ser prometedoras para mejorar la glucosa y los lípidos séricos (grasas en sangre) en pacientes con síndrome metabólico.
La dieta paleolítica puede ser un potencial tratamiento como dieta para el hígado graso no alcohólico.
Se ha demostrado que la alimentación con dieta paleolítica a corto plazo (5 semanas) reduce la grasa infiltrada en el hígado en mujeres posmenopáusicas, un efecto probablemente impulsado por la reducción de la ingesta de alimentos y la pérdida de peso que provoca esta dieta.
Este efecto no es sorprendente, dado que las dietas paleolíticas son más saciantes en comparación con las dietas mediterráneas y las dietas bajas en grasas.
Además, seis meses de una dieta paleolítica redujeron la grasa infiltrada en el hígado en un 64% en comparación con una reducción del 43% con una dieta de control baja en grasas en mujeres posmenopáusicas sanas con obesidad.
La sensibilidad a la insulina hepática mejoró solo en el grupo de dieta paleolítica y no en el grupo con una dieta de control baja en grasas.
Los beneficios potenciales de una dieta paleolítica como tratamiento para la enfermedad del hígado graso no alcohólico pueden deberse a su composición de macronutrientes, muy moderada en carbohidratos y grasas (entre 22-40% y 28-47% de la energía total, respectivamente), y alto contenido de proteínas (19-35% de energía) en comparación con otras dietas populares de las que ya hemos hablado.
Las dietas paleolíticas también suelen contener altas cantidades de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados que, como se destacó anteriormente, se ha demostrado que estos ácidos grasos son beneficiosos para la reversión del Hígado Graso no alcohólico o esteatosis hepática.
La menor cantidad de carbohidratos, particularmente carbohidratos refinados y fructosa en las dietas paleolíticas, probablemente también tenga efectos beneficiosos en pacientes con hígado graso no alcohólico, al reducir la carga glucémica y el estímulo para la creación de grasa en el hígado (DNL).
Además, el alto contenido de proteínas en las dietas paleolíticas puede contribuir a la mejora del hígado graso, ya que se ha demostrado también que las dietas altas en proteínas reducen la grasa hepática, tanto si se produce, como si no, pérdida de peso en el paciente.
En conjunto, los estudios sugieren que las dietas paleolíticas pueden tener efectos beneficiosos en la reducción de la grasa en el hígado, con independencia de que se produzca perdida de peso en el paciente.
Y aunque se necesitan intervenciones que comparen las dietas paleolíticas con dietas similares en cantidades de carbohidratos y proteínas para determinar si existen beneficios inherentes a las dietas paleolíticas en sí mismas, estas se presentan como un prometedor tratamiento de dieta para el hígado graso no alcohólico.
Dietas basadas en plantas
Recientemente, las dietas a base de plantas han ganado popularidad tanto social como experimentalmente debido a sus supuestos beneficios para la salud y la reducción del riesgo de enfermedades crónicas.
Las dietas basadas en plantas enfatizan una alta ingesta de plantas y alimentos derivados de plantas (es decir, granos, legumbres, verduras y frutas) y una baja ingesta de alimentos derivados de animales; mientras que las dietas vegetarianas y veganas se caracterizan por diferentes niveles de abstinencia de productos animales.
Una cantidad significativa de evidencia respalda las dietas saludables basadas en plantas, así como los estilos de vida vegetarianos y veganos para reducir el riesgo de Enferdedad Cardio Vascular, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2, todos los cuales son factores de riesgo para el Hígado Graso No Alcohólico.
Por lo tanto, es lógico que las estrategias dietéticas basadas en plantas también sean efectivas para reducir el riesgo y tratar la Esteatosis Hepática. En consecuencia, varios informes recientes demuestran los efectos beneficiosos de las dietas a base de plantas sobre el riesgo de Hígado Graso.
Si bien estos datos son prometedores, los estudios que lo corroboran fueron estrictamente observacionales y carecían de mediciones objetivas de la composición dietética, así como de un diagnóstico sólido de hígado graso no alcohólico.
La dieta Ornish, una dieta de estilo vegetariano muy baja en grasas (<10% de kcal de grasa) se desarrolló originalmente como un enfoque dietético para el tratamiento de las Enfermedades Cardiovasculares, junto con una intervención de estilo de vida de ejercicio y alivio del estrés.
La dieta Ornish consiste en el consumo ilimitado de frutas, verduras, granos, frijoles y legumbres y restringe todas las carnes (incluido el pescado), aceites y grasas, nueces, aguacates, productos lácteos y carbohidratos simples.
Varios estudios han demostrado la eficacia de la dieta Ornish para prevenir e incluso revertir las Enfermedades Cardiovasculares a 1 y 5 años de seguimiento frente al tratamiento estándar.
Se desconoce si una dieta Ornish sería beneficiosa para tratar el hígado graso no alcohólico.
Además, dada su restricción de grasas, la dieta Ornish es inherentemente baja en grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas que, como ya se ha comentado, sí se han asociado con mejoras en la resistencia a la insulina, inflamación, lípidos en sangre y el hígado graso no alcohólico.
Respecto de la dieta vegana, un estudio concluye que fue efectiva para reducir el peso corporal, la masa grasa, la resistencia a la insulina y las mejoras en la función de las células beta del páncreas, en sujetos con obesidad y que el aumento de fibra de esta dieta se asoció con estos resultados beneficiosos.
Se requieren más ensayos de intervención a largo plazo que investiguen las dietas a base de plantas en comparación con dietas alternativas con un control dietético riguroso, clasificación del hígado graso no alcohólico y diseños mecanicistas, y especialmente dados los datos existentes que no respaldan los efectos beneficiosos de las dietas a base de plantas sobre el riesgo de hígado graso no alcohólico.
Ayuno intermitente
Los macronutrientes claramente juegan un papel importante en la enfermedad del hígado graso no alcohólico, pero es posible que el momento y / o la frecuencia de las comidas sea un factor a considerar.
El consumo de la mayoría de las calorías por la tarde o por la noche se asocia con un mayor riesgo de hígado graso, mientras que cambiar la mayor parte de la ingesta calórica diaria hacia las primeras horas del día se asocia con un menor riesgo de esteatosis hepática.
Además, las ventanas de alimentación prolongadas pueden perturbar las vías metabólicas que son arrastradas por los ritmos circadianos, y la interrupción de estas vías aumenta la susceptibilidad a la disfunción metabólica, incluida la EHGNA.
Esto respalda la idea de que los períodos de ayuno, en los que se consume poca o ninguna comida, pueden tener un beneficio potencial para la prevención de la enfermedad del hígado graso no alcohólico.
Los regímenes de ayuno intermitente pueden incluir, entre otros, los siguientes: el ayuno en días alternos o en días alternos, el consumo de poca o ninguna comida en dos días consecutivos (5:2) seguido de patrones de alimentación normales en los días no restringidos, el ayuno periódico (de 2 a 21 días de calorías mínimas) y los períodos en los que el consumo de alimentos se restringe a ciertas horas durante el día (normalmente de 4 a 8 horas), lo que se conoce como alimentación restringida en el tiempo.
Tanto el ayuno intermitente como las dietas de restricción calórica han demostrado ser igualmente efectivas para controlar la pérdida de peso y mejorar los resultados cardiometabólicos.
Un ensayo observacional prospectivo reciente investigó los efectos y la seguridad del ayuno periódico en sujetos con y sin diabetes tipo 2. Después de un promedio de 8,5 ± 4,0 días consecutivos de ayuno (ingesta energética total máxima de 250 kcal / día), casi la mitad de los 246 sujetos con hígado graso disminuyó su puntuación del índice de hígado graso.
Las reducciones en el índice de hígado graso se correlacionaron con el número de días de ayuno, la cantidad de peso perdido y la reducción del IMC (Índice de Masa Corporar).
También es importante señalar que la terapia de ayuno estuvo acompañada de un programa de ejercicio físico con caminata moderada y gimnasia como actividades grupales, lo que también puede haber influido en los resultados del índice de hígado graso, concluyendo que el ayuno intermitente puede ser también un tratamiento de dieta para el hígado graso no alcohólico.
Tabla de macronutrientes por dieta
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Referencias
1.- Moore, M. P., Cunningham, R. P., Dashek, R. J., Mucinski, J. M., & Rector, R. S. (2020). A Fad too Far? Dietary Strategies for the Prevention and Treatment of NAFLD. Obesity (Silver Spring, Md.), 28(10), 1843–1852. https://doi.org/10.1002/oby.22964
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